El día en que llegamos a Alguero, dando un paseo por la
tarde, me llamó la atención un velero amarrado de proa al muelle que da a la
muralla del casco antiguo. Era pequeño comparado con todos los barcos que hay
por aquí, pero tenia algo especial.
Tan solo 27
pies, llevaba génova y trinqueta, pero engarruchadas en
sus respectivos stays, sin enrrolladores. En popa, un robusto piloto de viento,
y a bordo un solo hombre que bien podía ser abuelo.
Comenté con Ali que aquel barco me llamaba la atención más
que los otros, más grandes y nuevos…y ahí quedó la cosa.
Ayer por la mañana, bien temprano, nos fuimos a buscar un
supermercado a la parte nueva del pueblo. Encontramos uno muy cerca del puerto
y entramos a comprar algunas cosas. Íbamos hablando en valenciano, como siempre
lo hacemos entre nosotros, y llamamos la atención de algunas personas que nos
daban el “Bon dia” al entendernos, ya que compartimos la lengua con unos 20000
habitantes de L´Alguer.
Una de las personas que nos saludó en la cola de la caja entabló
conversación con nosotros, y resultó que era el armador y navegante solitario
del barco que habíamos visto el día anterior, el Green Flash.
Estuvimos hablando un rato, y quedamos en que nos pasaríamos
por su barco después para que nos lo mostrase. Y así lo hicimos…Le obsequiamos
con un poco de jamón y vino español por tener la amabilidad de abrirnos su
casa. Se llamaba Ilio, tenia 65 años y había salido a navegar unos meses por
estas islas, para regresar en Agosto a su casa en Imperia.
Conversamos con él durante unas 2 horas, contándonos un poco
sus aventuras… Nosotros también le contamos un poco las nuestras.
Había sido marino mercante, pero pronto pasó a ser patrón de
grandes veleros, habiendo trabajado por todo el mundo, haciendo traslados, etc.
Muchos cruces del Atlántico a sus espaldas, constructor de barcos, más de 60000 millas navegadas
solamente con uno de los veleros en los que trabajó. Ahora, ya retirado, navega
solo para él mismo.
Zarpaba esa tarde, para resguardarse del temporal que se avecina,
en la bahía de Porto Conte, a la sombra de Capo Caccia. Justo el lugar que
nosotros dejamos para venir a resguardarnos a puerto…¡en fin! La experiencia es
un grado, ¿no?
Es curioso como, de entre toda la gente que podíamos haber
conocido en una ciudad de un país extranjero, fuimos a dar justo con la persona
que nos había parecido interesante a primera vista.
Y si estás despierto a estas cosas, te ves encontrando gente
interesante por el camino, que enriquece un poco tu propio viaje.
Porque cada vez entiendo más el navegar como un viaje, no como un deporte o pasatiempo. Me gusta
trimar las velas y adecuarlas la viento, me gusta llevar la caña, pero me gusta
más cuando lo hacemos y se que vamos hacia algún lugar nuevo, donde conoceremos
gente y tierras distintas…y no hablo solo de grandes travesías, sino de navegar
50 o 60 millas
para ver un puerto nuevo, un fondeadero nuevo.
Y hablando de conocer gente…Ayer por la noche, la marina
donde estamos amarrados, SER-MAR, regentada por un siciliano muy majo, organizó
una barbacoa para todo el que quisiera asistir.
Cada uno aportó algo de comer y beber, y allá que fuimos
nosotros, junto con otras 50 o 60 personas, todos navegantes de los barcos
vecinos, la mayoría gente retirada que pasa los meses de buen tiempo aquí.
Pasamos un rato agradable, conversando con varios
navegantes. Nos sentimos muy cómodos en esta marina, que da más la sensación de
un negocio familiar y cercano que de un estirado club náutico, además de ser
bastante económica.
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